Todos hemos escuchado hablar de la fiebre amarilla,
pero pocos saben de qué se trata esta peligrosa enfermedad. Otros quizás
aprenden un poco más sobre ella cuando viajan, pues es requisito
vacunarse contra la fiebre amarilla si visitamos ciertos países de
Africa o América Latina. Sucede que quienes no son nativos de los
lugares en los que esta enfermedad es común tienen muchas posibilidades
de contraerla.
La Fiebre amarilla
es una infección viral aguda que se transmite a través de la picadura
de mosquitos infectados en las zonas tropicales. Si bien fue ha sido la
causa de epidemias fatales en el pasado, hoy en día las víctimas de la
fiebre amarilla siguen siendo numerosas: casi 200 mil personas contraen
la enfermedad al año y unos 30 mil mueren como consecuencia de ella.
¿Cuáles son los síntomas de la fiebre amarilla? Es
dificil reconocer si una persona padece la enfermedad, pues sus síntomas
son bastante confusos y similares a los de otras enfermedades como la
malaria, el dengue, fiebre tifoidea y la hepatitis. Por lo general,
implican dolores musculares, dolores de cabeza, náuseas, escalofríos y
pérdida del apetito.
Sin embargo, a los pocos días de contraida, los síntomas se agravan y
sus víctimas ingresan en la fase hemorrágica y tóxica de la enfermedad.
En este momento, el paciente sufre sangrado de naríz, de boca y hasta
sangrado de ojos. También aquí desarrolla la ictericia o coloración
amarillenta de su piel y sus ojos: de este síntoma surge el nombre de
“Fiebre Amarilla”.
La fiebre amarilla es una enfermedad peligrosa que
puede llegar a ser mortal. En algunos casos, se cura con el tiempo si
sus síntomas se mantienen bajo control. Como no existe un tratamiento
particular, lo mejor es prevenirla a través de la vacunación.
La OMS recomienda que la población se vacune ante un posible brote de
la enfermedad. No obstante, quienes deben abstenerse de la vacunación
son los bebés menores de nueve meses, las embarazadas, personas que
sufren alergias severas y las víctimas de VIH o SIDA.
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